Atravesar por nuestros malos hábitos

¿Qué es lo primero que pienso cuando pienso en un mal hábito? Ya sean cosas pequeñas; como dejar la luz prendida cuando me voy de la casa, no botar la ropa sucia en el tacho de la ropa sucia, comerme las uñas o no acordarme de ponerme los lentes. O situaciones ya más trascendentales; como fumar, reaccionar agresivamente ante estímulos externos, entre muchas otras. Independientemente a su trascendencia en el día a día, tendemos a satanizar nuestros malos hábitos mediante nuestros pensamientos. Y es que no está de más. Conocemos perfectamente lo que nos hace bien y lo que nos hace mal, y satanizar estas acciones pertenece al reconocimiento que implica el detectar lo equívoco de tener este hábito. Es únicamente nuestro cerebro respondiendo a lo que nosotros creemos lógico.

Esta satanización de nuestros hábitos mediante nuestros pensamientos, hace que solo pensemos en el siguiente paso: ¿cómo elimino este hábito de mi vida? ¿cómo hago para que no forme parte de mí? Y nos obsesionamos con este pensamiento. Nos adueñamos de la idea de que algo está sustancialmente mal con nosotros, únicamente por tener este hábito. Cuando la realidad es que nada está mal con nosotros, y la realización de estos hábitos responde a un estímulo muy ingenuo por parte de nuestro cerebro a hacernos sentir mejor. Por ejemplo, si me estoy sintiendo ansiosa, me fumo un cigarrillo. A simple vista si, pero mi intención verdadera no es hacerme daño, sino solo calmar mi ansiedad.

Este es el enfoque que Amy Koch le da al tratamiento de malos hábitos y adicciones en su libro The Little Book of Big Change. Es un enfoque muy revolucionario. La teoría de esta psicóloga no se basa en cómo ahuyentar estos hábitos, sino en aprender a reconocerlos y entender su origen. Detecta que en el reconocer estos hábitos, está el poder de poder silenciarlos. Se trata de un ejercicio de tomar consciencia de que los pensamientos que tenemos son solo transitorios, y que no son ni buenos ni malos. También que no tienen el poder de herirnos, sino solo hay que aprender a cómo dominarlos.

Esta perspectiva es un gran ejercicio de autocompasión. Se trata de reconocer que en realidad no hay nada malo en nosotros, y que estos hábitos solo son una respuesta que nuestro cerebro manda a nosotros. Además, no sataniza el problema, lo que hace que se vea mucho más sencillo a simple vista. Esta perspectiva invita a paulatinamente enfrentar el proceso, y no hacerlo un problema más grande que nosotros mismos.

Leave a Reply

Your email address will not be published.