Nos emocionan y se vuelven nuestros héroes: los peligros de romantizar el crimen

Existe algo inexplicable que despierta nuestra curiosidad sobre nombres como Pablo Escobar, Chapo Guzmán o Ted Bundy. Estos personajes parecen haber sido construidos por el imaginario colectivo como leyendas del tipo Robin Hood. Han dado tanto de qué hablar que la industria de la televisión ha creado muchas series sobre el narcotráfico para perfilar sus historias y las de sus mafias, así como también historias de mentes criminales ficticias que parecen no tener arrepentimiento de sus acciones.

Cuadro de “Pablo Escobar”, Créditos: Netflix.

Cine y televisión: la industria de la sangre

Una de las primeras preguntas que surgen es porque hay interés de los productores de este tipo de programas el interés y el deseo de invertir millones de dólares en crearlos. La respuesta es sencilla: gran parte de las producciones de cine y televisión son comerciales, y como su objetivo es vender, hacen lo que el espectador quiere consumir. Entonces surge otra pregunta: ¿por qué la audiencia se siente atraída por narrativas de crimen, sangre y persecución? Mucha gente podría negar la premisa anterior y se separaría del público que siente “morbo” por estos temas. Sí, existe un público muy específico que disfruta de producciones sobre asesinos seriales o caza furtiva. Sin embargo, las series sobre narcotraficantes tienen algo que atrapa hasta al público más distante de estos otros temas que pueden despertar “morbo”: un protagonista que es capaz de llegar a los lugares más contradictorios de su alma, un personaje que tiene un lado sumamente oscuro, pero otro que es generoso, benevolente y hasta justiciero. Estos personajes atrapan a la audiencia porque reflejan lo complejos que podemos ser los seres humanos. A través de la identificación y hasta empatía, justificamos las acciones de estos personajes y a través de ellos, nuestras acciones.

Comprender y justificar tiene kilómetros de diferencia

El análisis y entendimiento de todas las posibles causas alrededor de un hecho nos lleva a la comprensión de los mismos. Por otro lado la justificación de hechos, relacionada con el juicio personal, nos hace admirar a los personajes solamente por sus acciones, derivadas de sus habilidades o sus emociones.

Sí, admiramos la inteligencia de estos antihéroes, don que en las mejores circunstancias hubiese resultado en hombres excepcionales con grandes habilidades para los negocios, quienes hubiesen dejado un legado familiar y social impresionante. Sin embargo, las circunstancias de origen de los personajes de series y narconovelas son todas similares: familias humildes, pocos o  ningún privilegio, recursos limitados, barrios populares, y el deseo de dejar todo esto atrás a como dé lugar.

La pregunta del tipo moraleja para el espectador es ¿cómo mirar a estos personajes hábiles e inteligentes, sin vernos influenciados por sus conductas en nuestro diario vivir?

Todas las caras del criminal

El glamour es una forma frecuente de retratar a personajes de series o narconovelas. El que tengan el poder de obtener todo ese dinero desvía la mirada de asunto sociales más importantes. El hijo de Pablo Escobar, Sebastián Marroquín, comentó a “The DePauilia” que no apreciaba el retrato muy glamuroso de su padre en la serie. “Mi padre era mucho más cruel de lo que parece en el programa. Aterrorizó a un país entero.”  Esta apreciación de alguien que estuvo muy cerca del criminal de carne y hueso, y no del antihéroe colombiano, y que vivió el horror del narcotráfico desde el lado de los victimarios da cuenta de la importancia de dimensionar los hechos y los contextos alrededor de míticas figuras como Pablo Escobar. Marroquín explica: “Tienes que ser responsable al contar esta historia. Miles de víctimas merecen respeto. El programa crea una cultura donde ser narcotraficante es genial.”

Afiche promocional de “Narcos: rise of the cartels”, Créditos: Netflix

Reproducción de estereotipos sobre ser latino

Algunos periodistas latinoamericanos señalan que el peligro de las narconovelas no tiene que ver con que hombres latinos que las miren terminen siendo narcotraficantes. De hecho, esto es poco probable. El verdadero peligro es el trato que pueden recibir los latinos en países como Estados Unidos, cuyo radar para detectar latinos narcotraficantes ha entrado en verdadero estado de paranoia. Por esto, una representatividad variada en el cine y la televisión, que se encargue de dimensionar a las culturas y alejarlas de estereotipos es vital, literalmente. Existen cárteles y mafias en todo el mundo, no solo en Latino América. Hablar de eso es importante. Del mismo modo, hablar de aspectos de la cultura latina sin tener que depender de las drogas como conflicto también es importante.

El principal problema de la romantización de este contenido es la omisión. Puede que los productores de estas series y programas argumentan que hay actos que son demasiado crudos para mostrarlos, o que no se tocan por respeto a las víctimas. Sin embargo, encontrar la forma para hablar de ellos ayudará a dimensionar las historias. Este tipo de contenido es necesario para comprender la historia, pero hablar de ellos a medias es mucho peor que no hacerlo. Para hablar de crimen y persecución se debe mostrar los hechos desde la mayor cantidad de aristas posibles. De lo contrario, terminaremos colocando en un altar a los sanguinarios más grandes de nuestro tiempo.

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