Tres compatriotas secuestrados: Una situación que no contempla etiquetas de profesión distintivas, una situación que nos atañe a todos

“Más allá de la denominación de periodistas o de lo que sea, este es un tema de integridad del país”, Andrés Segarra, hijo del conductor secuestrado

Un secuestro político sin precedentes en nuestro país ha copado la opinión pública de la sociedad ecuatoriana. Resulta paradójico y preocupante que puedan existir actitudes indiferentes frente a la coyuntura actual, la empatía y la solidaridad deben aflorar en estos momentos. Las victimas del secuestro pertenecen a un equipo periodístico de diario El Comercio y fueron capturados el pasado 26 de marzo mientras hacían trabajo de cobertura en Mataje, Esmeraldas para recabar información a raíz de los ataques atribuidos a disidentes de las FARC en esa zona.

Paúl Rivas, fotógrafo secuestrado. Foto: Cortesía.

Los secuestrados son Paúl Rivas de 45 años quien trabajaba como fotógrafo, el reportero Javier Ortega de 32 años y el conductor Efraín Segarra de 60 años. Si bien las implicaciones de la situación se ligan directamente a temas de seguridad nacional y de coyuntura política, el lado humano debe rescatarse bajo premisas que unifiquen el dolor de las familias con esfuerzos nacionales en los que todos los ecuatorianos sientan ese dolor como propio. No es preciso hablar de tres periodistas secuestrados, sino de tres compatriotas que están sufriendo una situación que le pudo pasar a cualquier ecuatoriano, ahí está la importancia de la empatía.

Javier Ortega, periodista secuestrado. Foto: Facebook.

Esa necesidad de generar empatía es rescatada por Andrés Segarra, periodista de profesión e hijo de Efraín Segarra. “Eso es lo más importante que la gente debe entender, que le pudo pasar a cualquiera y que la lucha es de todos en realidad”, sostiene. Dentro de la familia de Efraín Segarra está latente el dolor y la incertidumbre, constantemente lo recuerdan como un hombre amiguero, alegre y cercano.

“En general en todos los aspectos, en todos los ámbitos, mi papá es el mismo, siempre es una persona alegre, súper buena onda, súper sencillo, a él le encanta conversar, le encanta contarte anécdotas o temas de actualidad, siempre te está hablando de cosas”, asegura su hijo Andrés.

Efraín Segarra, conductor secuestrado. Foto: Cortesía.

La desazón y la tristeza son sentimientos que parecen acentuarse con el paso de los días, el sentimiento que quizá más prevalece es la impotencia por enfrentarse a una situación tan compleja y peligrosa. Andrés Segarra explica este sentimiento: “Yo pensaba en irme a Mataje pararme ahí, hacer contacto, buscar con quien hablar, pero al ser un grupo narco delictivo y autodenominado terrorista, tú te das cuenta que tienes adelante un abismo”; “En este punto yo siento que no puedo resolverlo y eso me frustra demasiado porque ya no está en mis manos el tema de seguridad, es un tema que rebasa todas nuestras capacidades”.

Familiares y amigos de los periodistas secuestrados reunidos en la Plaza Grande del Centro Histórico de Quito exigiendo su liberación.

Una situación que ha logrado mitigar esos sentimientos de dolor, es la relación y los vínculos creados entre las familias de los secuestrados, las tres familias se han unido en un mismo frente para dar fuerza a la causa de la liberación de sus seres queridos. Este frente contempla espacios de convivencia, pero también un espacio al cual pueden acudir para recibir palabras de aliento a través de personas con las cuales se sienten identificadas.

“La desesperación es bien grande, igual los otros familiares, por ejemplo, la mamá del Paúl ya es una señora de avanzada edad, es difícil para ella, su salud es delicada, los papás del Javi también, entonces nos toca adoptar al resto una postura un poco más fuerte para darles el soporte a ellos y que se sientan acompañados, que se sientan queridos, que sientan que nosotros estamos haciendo todo para que los tres regresen bien”, afirma Andrés.

Familiares presentes en el Estadio Olímpico Atahualpa.

Ese apoyo también debe hacerse sentir por el resto de la sociedad ecuatoriana, por paradójico y contraintuitivo que parezca, no todos comprenden y asimilan las implicaciones de la situación como un tema de interés nacional. A mediano y largo plazo, esta circunstancia compromete la integridad territorial e integridad de todos los ecuatorianos.

Como país se debe forjar una postura patriótica firme de rechazo a las amenazas y a los amedrentamientos. Es necesario tener consciencia de la magnitud del problema y emplear todos los recursos posibles para mantenernos informados y ser solidarios con el dolor de las familias de los secuestrados.

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