Desde el teatro

La obra teatral “Mujer de Cascarón” es una producción original de Artestudio. Una obra fresca y joven que critica al feminismo extremo por haber perdido su rumbo.

En un escenario completamente negro y minimalista la imaginación es la principal herramienta para crear un mundo de distopía. El negro del piso y de las paredes, tan reducido y abierto a la vez, es como un lienzo listo para llenarse de color. “Mujeres en la lucha, hombres care trucha” se escucha al lado opuesto del escenario en el Patio de Comedias. Dos mujeres cubiertas de colores pintorescos se escurren entre las mesas de los espectadores mientras alzan carteles de protesta. Se presentan listas para luchar en contra del machismo y con pisadas fuertes se sumergen en el oscuro universo del escenario.

Cada vez que caminan por el escenario, el lugar se pinta con sus palabras y sus acciones y los colores se mezclan en forma desordenada. Es curioso. Sus planes para erradicar el machismo se pierden en ese negro absorbente. Los intentos desordenados por llenar de color el espacio traen nuevamente la oscuridad. Esa necesidad incongruente de culpar al machismo por todo lo que las rodea rompe el cascarón de Lucía y Lili.

La obra “Mujer de Cascarón” es una producción original de Artestudio. Una obra fresca y joven que critica al feminismo extremo por haber perdido su rumbo. La historia está contada desde los personajes Lucía y Lili, quienes desde una posición un poco infantil buscan derribar una estatua en tributo a la fotografía de El Beso tomada al finalizar la segunda guerra mundial. Es a partir de este hecho real en Francia que la actriz ecuatoriana Alejandra Coral Mantilla tomó la decisión de crear esta obra de teatro.

“El grupo feminista protestaba porque creía que, como ese beso fue dado de sorpresa o a la fuerza, representaba un atentado sexual a la mujer. Entonces cuando escuché esa noticia vi automáticamente una obra montada con ese hecho traído acá”, comenta Coral. “La obra aborda el tema del feminismo, los límites, el feminismo absurdo, qué lucha es para nuestro beneficio o para unirse a la moda o a esta onda del odio al otro o a uno mismo”.

Así, el objetivo principal de Lucía-interpretada por Alejandra- y Lili -interpretada por Valentina de Howitt- es ejecutar el plan de esas feministas francesas. Las dos actrices se quejan ante la desigualdad de género. Mientras dicen “abajo los modelos del patriarcado, únanse a nuestra lucha” mueven sus brazos de arriba abajo e invitan al público a gritar con ellas. Cuando Lili busca una roca para lanzar en la manifestación, Lucía le dice que están ahí para cambiar la mentalidad de la gente y no para patear piedras. Lili le contesta: “gritándoles no les dices nada. Mujeres de mi patria debemos pasar a la acción, nos golpearon con sus seductores besos y sus caricias llenas de mentiras. ¡Les daremos lo mismo!”. Es así como las actrices se enredan en su lucha desmesurada y se desvían en la exagerada feminización del lenguaje y los supuestos símbolos fálicos en su entorno.

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“Las dos creen firmemente en lo que hacen y el humor negro de la obra satiriza esas cosas absurdas fueras de foco. A partir de eso se ve como la personalidad de la una se equipara con la otra. La una impulsa a la otra a actuar más y la otra a reflexionar sobre lo que están haciendo”, explica De Howitt.

La obra fue dirigida por la actriz ecuatoriana Martha Ormaza. Tras treinta años de experiencia, Ormaza comparte con las nuevas actrices para dar a luz a ‘este bebé feminista’. Ella comenta que el feminismo “se ha desviado y ese rescate de la feminidad es importante porque los dos géneros son complementarios y feminizar este mundo ha sido importante pero ha modelado un extremo que nos lleva a lo opuesto”.

De forma complementaria, su hija, Paloma Pierini se encarga del arte y la iluminación de la obra. Su creación más preciada: el libro de teorías feministas que darán las pautas de cómo controlar a los ‘no mujeres’ en el nuevo mundo de Lucía y Lili. Este texto, Guía práctica para mujeres II, de la doctora Karen Verger decía explícitamente que “para mantener controlado a un espécimen humano masculino se deberá privarlo de sus necesidades básicas. Así, sin cerveza ni fútbol se lo tendrá domado y con un olor más agradable del natural pues no se verá expuesto a la presión emocional del offside”. Un ejemplo y un consejo tan absurdo como decir que la mujer no puede trabajar en cargos altos por los cambios emocionales durante su menstruación.

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La creación de la obra fue realizada entre varios técnicos, músicos, actores y escritores jóvenes. El guión lo escribió Simón Domínguez quien a través de su pluma plasmó exactamente lo que Coral quería comunicar: una sátira a esos feminismos que en búsqueda de luchar contra la desigualdad la vuelven a plantear. De forma complementaria, la música es compuesta por Jorge Palacios quien aporta con una canción de “los pollitos dicen” en tono fúnebre para el momento del catarsis teatral.

 “Mujer de Cascarón” es esa obra que todos deberían ver. No solo por ser una nueva propuesta sino por el discurso que lleva detrás. Al criticar al feminismo, lo replantea nuevamente como lo esencial y los discursos toman su forma inicial. El cartel de la obra decía “no apta para ciertas feministas” pero, en realidad, sí lo es siempre y cuando sepan reírse de sí mismas.

 
 

Periodista en formación. Amante de la literatura, la filosofía y el teatro.
                                     Lisette Arévalo Gross

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