Un nuevo tipo de yoga se toma la ciudad

Por: Camila Baquero
Director Educación Continua USFQ

Volar de cabeza son las palabras que se me ocurren para describir esta actividad. El yoga aéreo o air yoga es una práctica innovadora que entró a Quito como una forma divertida e inusual de ejercitarnos.

A las diez de la mañana los columpios ya estaban colgados en el techo. Cada uno estaba regulado de acuerdo a la altura de cada persona. Para saber que el columpio está regulado, este debe quedar en la cintura. En mi caso, la hamaca quedaba un poco más arriba, pero no fue un problema.

Foto: Camila Baquero.

Para esta actividad es necesario un mat de yoga, pero para mi suerte el piso estaba preparado, era suave y a prueba de caídas. Esto fue una ventaja ya que las primeras veces cuesta confiar en el columpio. Yo me cuestionaba: Si la tela iba a resistir. Eso es parte de la experiencia, entregarse a lo desconocido.

Al comenzar la clase, calenté un poco en el piso haciendo unos saludos al sol. Luego, fue momento de subirse al columpio. La primera posición fue desafiante. El columpio colgaba detrás de mí, puse los empeines en la pequeña hamaca mientras mis manos sostenían dos telas que cuelgan a los lados con un tipo de manubrio acolchado para facilitar el agarre. El cuerpo forma una especie de plancha sin brazos en el aire.

Foto: Camila Baquero.

Todo el proceso anterior es una especie de preparación, el estar colgado con la mirada directamente al suelo sabiendo que lo único que puede sostenerme son mis manos es otra historia. Pero el ejercicio no acabó ahí. Debía elevar la cadera para que la espalda quede perpendicular al suelo y volver a la plancha.

Todo esto mientras el columpio se balancea. Me propuse intentarlo, de todas maneras ya estaba en la primera posición y no quería dejar las cosas a medias. Subí la cadera unas cuantas veces y después llegó el sentimiento de satisfacción, aunque duró poco.

Foto: Camila Baquero.

Ahora teníamos que invertir, no estaba muy asustada pero sí estaba nerviosa. Me senté en la tela y la profesora explicó que esta debía cubrir hasta la altura de la lumbar, o si no podríamos caernos. El resto es lanzarse, sin brusquedad, para atrás y levantar las piernas para agarrar la parte de arriba de la tela. Entre las posiciones de menor esfuerzo está la inversión.

Es extraño pensar que uno pueda relajarse estando en el aire de cabeza, pero esta es, sin dudar, una de las posiciones menos demandantes en el yoga aéreo. He estado algunas veces parada de cabeza, pero nunca flotando en el aire, no pude pensar en nada más que en la falta de orientación que tuve apenas estuve colgando de cabeza. Una vez que la adrenalina pasó, comprendí el propósito de esta posición.

Foto: Camila Baquero.

Esta figura ayuda a la lumbar, además de permitir que la sangre circule de mejor manera. Hacer una inversión y mantenerse en ella es inusual porque no se hace todos los días, pero una vez que el cuerpo se acostumbra uno puede relajarse. Cada postura desafía al balance corporal y la mente. Mientras estaba en el aire pensaba que no iba a poder sostenerme o que iba a caer, pero cuando hacía posiciones con un pie en el suelo, mi equilibrio se ponía a prueba.

Foto: Camila Baquero.

Las clases varían de intensidad, en la que yo participé se incluían actividades fuertes, pero dependiendo de la edad y condición física de las personas, las posiciones pueden variar. Además, esta actividad no incluye movimientos de alto impacto y al ser en el aire es noble con las articulaciones, las lubrica y ayuda al flujo de sangre en el cuerpo. Me despedí del grupo y del espacio en el que me permitieron practicar. Salí de la clase con un sentimiento de realización y asombro de lo que el cuerpo puede llegar a hacer.

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