La sonrisa no les falta en Pedernales

Por: Doménica Vivanco, Ronny Guamán y Kevin Vélez

La acostumbrada brisa costera es un lugar común que se rompe con el canto de las gaviotas y el sonido lejano de niños jugando a la orilla del mar. A unos pasos está la playa y a las espaldas una ciudad viva, pero a medias: Pedernales

42 segundos cambiaron el panorama de Manabí y Esmeraldas el pasado 16 de abril del 2016. Sobre todo, Pedernales, la playa más cercana a Quito. Sobre la arena se erige un monumento con los nombres de los 673 fallecidos y una bandera grande que se zarandea con la brisa. El comercio se ha reactivado, pese a que el edificio de la gobernación no saluda a ningún ciudadano desde aquella fecha, y la Iglesia sigue en reconstrucción.

Créditos: Agencia Andes

Un espíritu de pertenencia impide a los habitantes emigrar. Ni siquiera aquellos que nacieron más cerca de las montañas que del mar. Miguel Iturralde llegó a Pedernales hace seis años y perdió la tienda que le había heredado su madre. Relata que ni él ni su familia tenían alimento, peor un techo. Ahora, se puede encontrar a Miguel atendiendo en la tienda que ha logrado abrir nuevamente en un terreno prestado.

Hay una cama entre las repisas de productos, una televisión y una mesa en donde Miguel come todos los días. Por otro lado, está su cocina y el estante en donde atiende a sus clientes.

Esto lo ha logrado él solo, pues la gestión del gobierno no le ha sido de mucha ayuda. “Yo pedí un crédito de 7000, pero ellos solo me dieron 2000, porque decían que las cosas no son de la noche a la mañana”, relata Miguel, resignado. Menciona que el espíritu de la gente trabajadora nunca lo ha abandonado y que seguirá luchando por su negocio y la vida en su ciudad. Según él, Pedernales es su segundo hogar.

Caminando por la ciudad, hay un Bar – Restaurante “Sabores”. Un edificio de dos pisos que resistió al sismo de 7,8 grados de aquel abril, sin sufrir daños severos. Daniel Pincay, su propietario, comenta que su negocio fue el único que estaba en funcionamiento después del terremoto. Él no vivió una mala situación económica en el último año debido al “turista curioso”, como les dice a aquellos que entran y salen de Pedernales a disfrutar del mar y su comida. “Un pueblo que se activó rápidamente”, dijo Daniel.

Cerca de allí, había un hotel recordado por los sabores del restaurante y la amabilidad de sus dueños. El hotel ya no está. No cedió el día del terremoto, pero quedó debilitado por un sismo fuerte en mayo y hubo que demolerlo. Su dueña, Genoveva Burbano, fió materiales y con sus manos, las de su esposo y amigos, construyeron nuevamente el restaurante que funcionaba en la parte baja del establecimiento. Esto sucedió después de dejar de insistir en un préstamo que pidió para levantar su negocio, pero que el gobierno no les concedió. Ahora, todas esas situaciones solo están en la mente de Genoveva, que se enfoca en hacer lo que siempre ha hecho toda su vida para los turistas, ofrecer buena sazón y un servicio de calidad.

Créditos: Agencia Andes

El turismo cambió en la ciudad en el último año. Las personas llegan casi a diario desde diferentes puntos del Ecuador con la intención de ayudar. Todos llegan y se van al caer la noche dice Daniel, debido a que los hoteles no abastecen la demanda y solo pueden encontrar hospedaje en ciudades cercanas como El Carmen o Santo Domingo.

Más adelante había una tienda de abarrotes que antes era el Hostal Chimborazo, un negocio que quedó reducido a escombros, pero que ahora dio vida al primer piso de un edifico de locales comerciales. Los dueños murieron en el terremoto, pero sus hijos debían ganarse la vida. Uno de ellos, Pedro Cujilema, con aire cansado, comenta que han utilizado todos sus recursos, que, mediante el comercio y negocios en otras ciudades, han logrado construir una nueva edificación para poner nuevos servicios que les ayude a vivir.

Pedro indica que el gobierno y la municipalidad no han sido de mucha ayuda, pues no les han facilitado los trámites para presupuestar la construcción ni para construir un edificio de más de dos pisos. Por ordenanza municipal, los edificios deben ser sismo resistentes a partir de los dos pisos, con la previa autorización de la entidad.

El gobierno afirma estar haciendo todo lo posible por ayudar a los damnificados, sin embargo, muchos se sienten abandonados. Ya no se ven escombros, pero falta todavía mucho por construir en una ciudad donde a sus habitantes no les falta la sonrisa.

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