Carlos Andrés Vera es un cineasta y activista ecuatoriano. Durante su participación en LiberArte, prefirió dejar de lado la política y traer una película inusual que fragmentó en pedazos para explicar cómo él llegó a ser un apasionado por el cine.
La inusual ponencia empieza con la historia de Filip Mosz, protagonista de El Aficionado, una película polaca de Krzysztof Kieslowski que plantea una reflexión sobre el cine.
Filip compra una cámara de video para grabar a su hija recién nacida, solamente para eso. Pronto su jefe se entera que tiene una cámara y le pide que filme una reunión en la compañía, papel que Filip asume con entusiasmo y entrega. Poco a poco, el personaje va descubriendo que puede captar el mundo y quizás ‘la verdad’, el instante decisivo, o simplemente para tener un recuerdo imborrable de todo lo que ve. “Había una paloma en el borde de la ventana. Él empuja a la paloma para tener una toma de ella volando y luego pone pan para que vuelva la paloma y tener una segunda toma. Filip empieza instintivamente a interferir en la realidad”, comentó el cineasta.
Luego, el personaje comienza a tener problemas con su esposa porque su actividad aficionada lo consume y ya no dedica el mismo tiempo lo que le lleva a perderla.
Carlos Andrés Vera reflexiona: “Para mí lo que hace Kieslowski es un homenaje sencillo, pero muy profundo, a lo que realmente sucede con el cine y nos lo va contando en toda su dimensión, porque tenemos un personaje que empieza la película feliz, nervioso por el nacimiento de su hija; y por haber descubierto al cine en el camino termina perdiendo a su hija, a su mujer, y termina siendo él el protagonista de sus propias películas”.
“Yo hago cine porque el arte cinematográfico me acerca a la verdad, no importa si es ficción o documental. Porque incomoda al poder que por lo general lo que quiere es la homogenización. Todos tienen que pensar igual, y el cine es una piedra en el zapato en ese sentido para el poder”, concluyó Vera.
