Por: Lucía Eguiguren, ND
Carrera de Nutrición y Dietética – USFQ
Desde que entramos en la época escolar poco a poco el poder de decisión sobre el consumo de alimentos va aumentando hasta llegar a un estado independiente en el cual nos vamos a encargar de nuestro propio alimento. Al empezar esta independencia en cuanto a las elecciones alimenticias se va formando un hábito y comportamiento alimentario que marcarán nuestra salud ya sea positiva o negativamente. Las personas que ha decido por una mantener estilos de vida saludable, involucrando actividad física y una dieta balanceada en su dieta siempre se preguntan sobre los alimentos que estarán en “armonía” con este estilo de vida y los que de acuerdo con diversas recomendaciones o consejos de las personas no son recomendables consumirlos.
Al hablar de nutrición, muchos son los componentes que una persona debería tomar en cuenta para poder llevar un plan alimenticio balanceado, sin embargo, la mayoría desconoce sobre estos y siguen recomendaciones de familiares o amigos, antes que la recomendación realizada por un profesional de salud adecuado. Hoy en día los consejos de alimentación más escuchados en nuestra sociedad son: “no consumas muchos alimentos en la noche” “si tienes una gran comida trata de no comer en todo el día para hacer espacio” “la dieta X dice que si comes esto bajaras enseguida de peso” pero sobre todo y lo más importante “no consumas grasas porque engordan”. ¿A qué se refiere esta frase y desde cuando comenzamos a culpar a las grasas por el aumento de peso? Una posible explicación a estas recomendaciones es que organizaciones reconocidas a nivel mundial como la Asociación Americana del Corazón, Guías de la Sociedad Europea de Cardiología y las Guías Alimentarias de diferentes países, estipulan en cuanto al consumo de productos altos en grasa, reducirlos al máximo y no sobrepasar el valor sobre grasas saturadas, sin embargo, todas las grasas no son iguales y no podemos clasificarlas dentro de un mismo grupo.
Las grasas son nutrientes esenciales para el desarrollo de varios procesos fundamentales del cuerpo humano, como por ejemplo: proveen al cuerpo de energía utilizando la reserva energética, desarrollo cognitivo, transporte de vitaminas liposolubles, forman parte de la membrana celular, mantienen la temperatura corporal, precursor de hormonas, entre otros. Todas estas funciones no podrán abastecerse si el consumo de grasas es inadecuado. La literatura estipula que el consumo de grasas debe aportar entre un 20 a 30% de acuerdo a los requerimientos energéticos de cada individuo para poder mantener las funciones anteriormente mencionadas, sin embargo hoy en día en el mercado encontramos una serie de productos que por medio de la publicidad dan una información confusa o engañosa para el consumidor presentando alimentos “light” o “bajos en grasa” que los hacen ver como alimentos saludables y sobre todo que toda la población debería consumirlos. El consumo de estos alimentos no necesariamente va a reducir el riesgo de tener una enfermedad, tomando en cuenta que la mayoría al ser procesados cuentan con una cantidad elevada de azúcar para compensar el sabor y esto eventualmente sin actividad física puede llegar a convertirse en grasa. Además, al existir diferentes tipos de grasas, se ha observado que un consumo de ácidos grasos esenciales como omega 3 y 6, DHA, EPA, que pueden ser encontrados en: nueces, semillas, pescado, salmón, atún, aceites vegetales, pueden ayudarnos a mantener la salud cardiovascular y la salud en general de una manera optima, si el consumo a su vez es el adecuado.
En resumen, es importante recalcar que existen diferentes etapas en el ciclo de vida y que las recomendaciones nutricionales no son las mismas para todos, además de existir enfermedades específicas que podría cambiar la dirección de estas recomendaciones. Debemos acudir a profesionales de salud adecuados para recibir educación nutricional adecuada para poder realizar decisiones basadas en evidencia que nos beneficien en nuestra salud.
