OrguYo 2018: Por la libertad, la igualdad y los Derechos Humanos

Decenas de miles marcharon por el orgullo LGBTI en el Centro Histórico de Quito. Los colores, las consignas y la solidaridad primó en una jornada que tuvo representantes de todo el Ecuador y el mundo

En 1997 la “inmoralidad” e ilegalidad eran afrontadas por las mujeres transgénero en nuestra ciudad. La mejor forma de visibilizar y reivindicar a la comunidad LGBTI fue marchar unidas con la frente en alto en el centro histórico de una ciudad en donde “gay” era mala palabra. Las miradas conservadoras caían estupefactas sobre aquellas mujeres valientes que no tenían miedo a vestirse en libertad. Las mujeres transgénero han sido la cara visible y por ende en el diario las más afectadas de la Comunidad LGBTI.

Foto: Sara Fuentes

Los toletazos, la prisión y los insultos eran el diario en los 90’s. El trajinar ha sido largo, Gonzalo Zapata, Alumni y voluntario del comité organizador de OrguYo, recorre la historia lgbti ecuatoriana “Una fase de rechazo, de omisión y persecusión en los 80s, una fase de transición en los 90s sobre todo por los movimientos sociales lgbti e indígenas, y finalmente en el nuevo siglo una nueva etapa de aceptación pero llena de contradicciones en el campo legal”. La gran marcha de 1997 inició en la Alameda en dirección a Cumandá ante la mirada atónita de un país. Veinte años han pasado desde la histórica despenalización de la homosexualidad en Ecuador. En pleno 2018, algo difícil de creer: recién hace pocas semanas la Organización Mundial de la Salud decidió dejar de considerar a la transexualidad una enfermedad mental.

Foto: Sara Fuentes

Este sábado decidieron volver hacerle honor a la lucha histórica por la igualdad, decenas de miles decidieron recorrer las mismas calles y plazas ante la mirada de las iglesias y la gente. “Es un acto simbólico que trata de reivindicar la toma del espacio público hacia las personas de la comunidad LGBTI que como sabemos eran alejadas y reprimidas por la policía y los cuerpos de seguridad. Empodera el Yo como un símbolo que evoca a la diversidad del individuo”, comenta Zapata. Muchas cosas han cambiado desde aquel entonces, hoy quienes marcharon fueron amigos, familiares, humanos convencidos de que la igualdad no es cosa de algunos y que no es necesario ser LGBTI para luchar por los Derechos Humanos.  “Se trata también de visibilizar la familia diversa. Los jóvenes buscamos tomar la posta”, señala Ricardo Chica, voluntario de OrguYo.

Foto: Sara Fuentes

No faltaron los colores, las chivas, los carruajes, los carteles y los globos. Toda una fiesta llena de jóvenes, adolescentes y adultos mayores. Una jornada de auténtica felicidad. Aquí no importa quién es quién, ni si se viste como qué, todos encuentran belleza, más allá de lo estético, en la felicidad que causa la libertad. Las cámaras y los flashes no dejan de sonar. Donde algunas miradas aún expresan rechazo, en otras un aplauso o la duda del más reacio conservador es muestra de que todo este proceso rinde frutos. Familias enteras bajo la misma consigna, la misma prensa que otrora trató las diversidades sexo genéricas como una patología, hoy la visibiliza. Las mismas plazas, las mismas iglesias, las mismas instituciones que aún son espadachines de la heteronormatividad con OrguYo 2018 son testigos del amor sin prejuicios ni barreras.

Foto: Sara Fuentes

Aún falta mucho que hacer. Ecuador acaba de reconocer la homoparentalidad con el caso Satya, no obstante, es necesario abrir el debate sobre el matrimonio pleno para la comunidad LGBTIQ. Zapata reconoce que en el nuevo siglo se ha progresado, no obstante, las contradicciones están a la orden del día: “Se ha avanzado más simbólica que sustantivamente. En la Constitución 2008 se reconoce el principio de igualdad y no discriminación, pero a la vez se categoriza al matrimonio como una institución únicamente para el binario hombre mujer”.

Foto: Sara Fuentes

La adopción, la educación inclusiva y la niñez trans son realidades que la academia ha comenzado a visibilizar. Los medios de comunicación y las instituciones tenemos una tarea permanente: no victimizar ni criminalizar. La democracia debe defender a todos y no constituir la dictadura de una mayoría. Trascender la tolerancia por la aceptación es el norte.

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