“Por la libertad y soberanía de todos los cuerpos”

“Alerta, alerta, alerta que camina, la Marcha de las Putas por América Latina”, fue una de las consignas que se escuchó en la sexta edición de la Marcha de las Putas Ecuador

La caminata se realizó el pasado 18 de marzo en Quito para denunciar la violencia de género y para defender la libertad estética y sexual. Personas muy diversas asistieron con carteles llamativos y sobretodo, con mucha alegría. Habrá quienes se pregunten: “¿sexta edición? ¿por qué tantas?” Y es que cada año hay nuevos motivos por los que salir a las calles. “La violencia es cotidiana”, declara Ana Almeida, activista y coordinadora del evento.

La marcha nació en Canadá y se replicó en Ecuador en 2012. Pero más allá de ser una copia, Ana Almeida junto con varios colectivos feministas decidieron adaptarla al contexto ecuatoriano. “Primero fue hacer una resignificación de la palabra puta […] robarle esa sentencia al sistema patriarcal que nos juzga y nos condena solo a las mujeres cuando estamos hablando de nuestra sexualidad”, comenta Almeida.

Foto: Stephanie Abaroa

La respuesta de la gente ha evolucionado positivamente. La marcha se convirtió en un colectivo –operativo en Quito– que acoge a varios grupos como la casa trans, personas LGBT y trabajadoras sexuales, de todas partes del Ecuador. La expectativa de la primera marcha no era muy alentadora. “Si éramos 50, era un éxito”, dice Almeida. Sin embargo, en la primera edición marcharon 1500 personas y cada año, se suma más gente.

Como colectivo, Ana Almeida manifiesta que son conscientes de que la marcha no cambia la situación de desventaja de mujeres y colectivos LGBT. Sin embargo, dice que es una forma de “solidarizarse” con las víctimas. Este año por ejemplo, se pudo leer carteles recordando a las 40 niñas que murieron calcinadas en un orfanato en Guatemala el pasado 10 de marzo.

La Marcha de las Putas es un recordatorio de que todavía hay mucho que hacer para detener la violencia de género y la violencia sexual en el Ecuador. Un recordatorio de que “Vivas nos queremos”, de que “contra el machismo nadie se cansa” y de que “nuestra mejor venganza será la alegría”.

Foto: Luis Valverde

“La igualdad ante la ley es básica”

Juan José Muñoz

La “SlutWalk” o Marcha de las Putas surgió en respuesta al argumento de un policía canadiense, quien opino que las mujeres debían evitar vestirse como putas para no ser violentadas sexualmente. En Ecuador y en otros países del mundo, miles de personas marchan cada año por sus garantías y derechos. Cristina Villagomez, abogada y futura especialista en derechos humanos y gobernanza de la Universidad Autónoma de Madrid, indica que es necesario comprender que la igualdad ante la ley es fundamental para que funcione un Estado de derecho.

Foto: Luis Valverde

Bajo este parámetro, Villagómez comenta que es bastante común que las personas se asusten con los cambios que se puedan dar en el contexto ecuatoriano. Sin embargo, Villagómez explica que se debería comprender que los derechos de las personas no se someten a la voluntad de una mayoría. Villagomez señala que “Los derechos de las personas LGBTI no dependen de la sociedad ecuatoriana, por eso son exigibles aún si la sociedad está en desacuerdo”.

Foto: Stephanie Abaroa

“Yo descubrí mi sexualidad”

Kevin Vélez

Nació en Puerto Limón, un poblado cercano a la ciudad de Santo Domingo, en 1994, bajo el nombre de Juan Aguavil. Pero Juan descubrió a los seis años que sus gustos no eran iguales que los de los otros niños. A él le gustaban las cosas de niñas. Vivió su infancia rodeado de mujeres, y pese a que tenía una fuerte figura paterna, le agradaba pasar más tiempo con su mamá y sus tías.

Fue creciendo y quiso saber quién era. Acudió a bibliotecas, buscó en internet y descubrió sobre la homosexualidad, pero muy poco sobre transexualidad. “En un pueblo pequeño, ¿cómo accedes a toda esa información?”, dice.

Foto: Kevin Vélez

A los 15 años, Juan comenzó a travestirse. Sus padres se enteraron en diferentes momentos. Al inicio su actitud fue hostil, sin embargo, ya lo aceptaron y lo apoyan.

Hoy, Juan ha decidido que quiere ser mujer. Hace pocos meses emprendió un tratamiento hormonal y planea seguir este proceso hasta convertirse completamente en mujer.

Incluso, ya tiene escogido su nombre. Ahora es Amelia Martínez. Tiene 22 años y estudia economía en la USFQ. Cree que todavía hay mucho que hacer por los derechos civiles de la comunidad trans. Aunque no le gusta el activismo político, su aporte para cambiar la situación de este grupo es convertirse en profesional, poner su propia empresa y romper con todo tipo de estereotipos.

Foto: Stephanie Abaroa

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