Más que solo palabras

Igor Icaza tiene toda la pinta de un duro. Tatuajes, piercings, un rostro que no delata la edad pero sí su carácter y su firmeza. Al contar la historia de Sal y Mileto es lo mismo que escucharle hablar de su vida, porque Sal y Mileto es parte de ella. Ahí, en ese momento, es evidente que detrás se esconde también una persona muy frágil.

Él es el creador de Sal y Mileto, una de las bandas de rock más trascendentes del país. Después de más de veinte años, es el único integrante original. Estuvo ahí desde el principio, veinte años de ensayos, conciertos, buenos momentos, dificultades y sacadas de aire. En las buenas y en las malas, como se acostumbra decir. Pero ha valido la pena, porque Sal y Mileto no es una banda ordinaria. Dice las cosas de frente, tal y como son, como en “Aguanta”, un tema donde los tapujos saltan al aire.

“Todo va a estar bien

Cuando los amos soberanos del Norte

Vengan a decirnos cómo carajos debemos llevar

La dignidad de nuestros bolsillos.

(…)

De todo nos cuentan

A la hora de embolsicarse los millones y largarse

Cualquier cosa es buena

De todo nos dicen, de todo nos cuentan

Nos dicen aguanta mi gente

Aguanta

Resiste gente

Aguanta mi pueblo aguanta ¿Aguanta qué?

¿¡Aguanta qué!?¡¿Aguanta qué pues hijueputa!?”

Y no son solo palabras. Todos los temas políticos que se tratan en sus letras han sido siempre coherentes con las acciones del grupo. Así es Sal y Mileto y, por lo tanto, así es Igor Icaza, sincero, directo y coherente: “No puedes hacer una cosa tan fuerte y al mismo tiempo estar codeándote con la derecha o tener auspiciantes como Coca Cola” .

Igor Icaza dio su primer concierto junto a Sal y Mileto hace veinte años, el 15 de octubre de 1994, en la Casa de la Cultura de Latacunga. Todo comenzó como un proyecto y nunca se imaginaron que algún día llegarían a ser uno de los referentes del rock ecuatoriano. “Éramos súper chamos y estábamos con un espíritu de experimento”, comenta. Inició como un sexteto junto con Peky Andino y su poesía. En esa época, los mileteros tenían un tono suave, urbano, pero que ya daba indicios de versar hacia lo rock.

Cuando Igor habla de la banda, está orgulloso de lo que ha logrado. Sal y Mileto no es solamente una banda de rock, es mucho más que eso. El grupo se ha vinculado siempre con otras ramas del arte como el cine, el teatro, la danza y la literatura. “Al mismo tiempo que pertenecíamos a una escena rockera, pertenecíamos a una especie de vanguardia artística del país”, me dice. Por ejemplo, su tema El principito es un guambra de la calle se convirtió el soundtrack de un de las películas más importantes del Ecuador: Ratas, ratones y rateros. Y es que los grandes siempre se juntan con otros grandes.

Igor Icaza sabe lo que significa enfrentarse al escenario musical ecuatoriano por más de dos décadas. Sabe que no es fácil en ningún lado, pero sobre todo en Ecuador, y lo acepta sin problema: “Tengo muchos reparos de la sociedad ecuatoriana”. Muchas puertas cerradas, muchos auspicios negados. Pero eso es normal cuando uno no apunta al éxito económico, sino a expresar lo que siente. Igor es una persona sencilla y humilde. Al fin y al cabo, el éxito es algo relativo y hasta banal. Que una banda tenga contratos no quiere decir que esté en su mejor momento.

El éxito, para él, es lograr expresar algo a los demás, y esto es lo que ha marcado la trascendencia de Sal y Mileto. “Con tantos fans, tanta gente que se tatúa el logo de la banda, es una cosa que sobrepasa las expectativas de uno como creador. Dices ‘guau, se tatuó el logo, es para siempre”.

Durante sus veinte años, la banda cambia y el panorama musical ecuatoriano también. Igor ha estado muy pendiente de ello: “Hay de todo, hay avances en la escena del músico, tal vez un poquito más de espacios para mostrar lo que tú haces, pero también hace mucha, mucha falta cambiar”. Cree que existen leyes respecto a los músicos que son muy interesantes como la del 1×1, que establece que “la música producida, compuesta o ejecutada en el Ecuador, representará el 50% de las programaciones radiales”. Es decir, por cada canción extranjera difundida, se deberá difundir una ecuatoriana.

Foto Juan Pablo Viteri

 

Sin embargo, Igor es muy crítico y cree que estas leyes debían haberse planteado ya hace mucho tiempo: “Para un músico como yo, que he tenido que rajarme tarimas, bares, festivales, viajes, es como ‘chévere’. Pero es una cosa que yo la veo como ‘¡ya!, ¡ya era hora!’, no ‘ah gracias, voy a aplaudir al gobierno’. No, para nada. […] Ha sido una vergüenza durante tantos años, ahí hay una deuda social. No hay que agradecer, sino que debería ser algo normal en cualquier país: tener un aprecio por lo propio.”

El 1 de junio de 2003, la banda sufrió un terrible acontecimiento: la muerte de Paúl Segovia, uno de sus creadores. Durante la entrevista, cada vez que Igor lo nombra, sus ojos me hacen comprender lo importante que era en su vida. “Eso fue algo súper, súper triste, terrible. Estuvimos en shock por lo menos durante dos años. Nosotros no somos una banda ordinaria en la que se puede hacer un casting para otro y ya. Fue más bien tan negativo y tan trágico que nos costó mucho”. Este hecho marcó por completo la historia de Sal y Mileto y la vida de Igor. Acepta que, a pesar de que todos los cambios que tuvo la banda, fue eso mismo lo que la ayudó a madurar.

La última formación de la banda la conforman un sexteto: Luis Enriquez (Lucho Pelucho) en la guitarra, Rita María, una excelente cantante portuguesa, Germán Mora en el bajo, el saxofonista Santiago Jimenez y Zak, el hijo de Igor Icaza, en la batería. Igor solía tocar la batería, pero después de un accidente tiene problemas en la rodilla y esto le dificulta mucho. Ahora su hijo ha tomado su lugar, y él se siente muy orgulloso de eso, de haber podido transmitir a su Zak su amor por la música. La verdad es que Igor Icaza tiene dos hijos: Zak, el menor, y el mayor: Sal y Mileto.

 

Foto Juan Pablo Viteri

 

 

Amante de la lectura, los animales y el arte. Me expreso mejor a través del movimiento corporal. En una búsqueda constante de nuevas aventuras.

Ilaria Rapido Ragozzino

 

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